El médico otorrino atiende un viejito millonario que había comenzado a usar un revolucionario aparato de audición:
- Y entonces, señor González, ¿le gusta su nuevo aparato?
- Sí, es muy bueno.
- ¿Y a su familia le gustó?
- Bueno, todavía no se lo he contado a nadie, pero ya cambié mi testamento tres veces.
- Y entonces, señor González, ¿le gusta su nuevo aparato?
- Sí, es muy bueno.
- ¿Y a su familia le gustó?
- Bueno, todavía no se lo he contado a nadie, pero ya cambié mi testamento tres veces.
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